El martes 10 de diciembre de 2024, nuestro Pr. Hernán Dalbes tuvo a cargo la predicación en la celebración ecuménica «Basta de Hambre – La Vida Reclama». Dejamos, para su lectura, la predicación que compartió.
Un sábado, en que Jesús atravesaba unos sembrados, sus discípulos arrancaban espigas y, frotándolas entre las manos, las comían.
Algunos fariseos les dijeron: «¿Por qué ustedes hacen lo que no está permitido en sábado?». Jesús les respondió: «¿Ni siquiera han leído lo que hizo David cuando él y sus compañeros tuvieron hambre, cómo entró en la Casa de Dios y, tomando los panes de la ofrenda, que sólo pueden comer los sacerdotes, comió él y dio de comer a sus compañeros?».
Después les dijo: «El hijo del hombre es dueño del sábado».
Evangelio según San Lucas 6.1-5
Versión: El Libro del Pueblo de Dios
Este pasaje del Evangelio de Lucas es una invitación a reflexionar sobre la prioridad de la dignidad humana y la vida por encima de tradiciones vacías o sistemas que perpetúan la injusticia. Jesús no solo hace una defensa de sus seguidores, sino que desafía las estructuras que pretenden someter la vida de las personas más humildes a preceptos y decisiones del poder que no tienen ninguna compasión. Su mensaje es radical: el bienestar humano está por encima de cualquier regla que atente contra aquello que es justo, la vida y la dignidad.
Sobre este texto hay una cantidad importante de reflexiones para hacer, que en un marco más amplio nos conectan con otras reflexiones que articulan en la búsqueda de palabras para estos tiempos en que “La vida reclama”. Les comparto algunas cosas que reflexiono a partir de este Evangelio:
- El derecho a una vida digna.
Los discípulos de Jesús arrancaban espigas para comer porque tenían hambre. Esta escena es un recordatorio inquietante de que el hambre no espera, y que ningún sistema —religioso, económico o político— tiene derecho a negar lo esencial para vivir. El hambre no tiene como esperar.
Jesús responde a los tramposos del sistema, con el ejemplo de cómo David, cuando tuvo hambre, también rompió con las normas religiosas. Dios prioriza la vida sobre los decretos y las reglas de juego de los poderosos. La dignidad humana no es negociable; alimentar al hambriento no es solo un acto de justicia, sino un mandato divino.
En Lucas 4:18: Jesús declara que su misión incluye dar buenas noticias a los pobres y liberar a los oprimidos. Este es un llamado a todos los cristianos a defender el derecho a la vida digna.
- Fuertes con los débiles y débiles con los poderosos
Los fariseos representan a aquellos que, en nombre de la religión o el poder, justifican estructuras opresoras. En nuestra sociedad, muchos gobernantes ceden ante los intereses económicos, pero les sobra prepotencia con quienes son más débiles. Esta alianza con el bloque de poder económico, los mercados que se juegan la vida de las personas en una timba, refleja la corrupción que contradice el llamado de Dios a servir al pueblo.
Ya es tema en Lucas 16:13: «No se puede servir a Dios y al dinero.» Jesús advierte que la idolatría al poder económico concentrado y sus cómplices, se sostiene en acciones injustas que violan la dignidad humana.
- Entronizando la desobediencia a los preceptos de Dios
Jesús no niega la Ley, pero confronta una interpretación rígida y deshumanizadora de esta. Los preceptos antiguos de Dios están enmarcados en la justicia, la misericordia y el amor. Pero cuando estos se convierten en instrumentos de opresión, es necesario rebelarse contra ellos, tal como lo hizo Jesús.
Mateo 23:23: «¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos hipócritas! Dan el diezmo… pero descuidan los asuntos más importantes de la ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad.»
Y lo entronizan porque lo rodean de una mística donde estas mentiras que venden como verdades, son sostenidas desde “fuerzas del cielo”. Sin embargo, en Efesios 6:12, Pablo nos recuerda que “nuestra lucha no es contra carne y sangre, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernantes de las tinieblas de este tiempo”. Cuando se invocan fuerzas que actúan contra la dignidad humana, debemos discernir si estas fuerzas realmente provienen de Dios. Las fuerzas del cielo auténticas son las que defienden la vida, la justicia y el amor concreto, como Jesús enseñó. Principados y potestades que promueven opresión y desigualdad no son de Dios, sino contrarias al Reino que Jesús vino a establecer.
- La violación de la dignidad humana
Cada vez que los fariseos cuestionaban a Jesús por sanar en sábado o alimentar a los necesitados, intentaban poner la tradición por encima de la vida. Hoy, las políticas que perpetúan la pobreza, la desigualdad y la exclusión son una violación moderna a la dignidad humana.
Jesús permite la comida y sanar en sábado, recordando que la dignidad y el bienestar de las personas no pueden esperar. (ej. Lc 13.10-17)
Y acá, permítanme hacer mención de un nuevo asedio contra la vida que han puesto en marcha. Forzar a elegir entre remedios o comida, o mejor dicho privar de medicamentos y comida a quienes han trabajado toda su vida es una violación flagrante de la justicia y la dignidad humana. Como en la parábola del buen samaritano (Lucas 10:25-37), ignorar el sufrimiento de los más vulnerables nos convierte en cómplices del abandono. Un gobierno que actúa así olvida el mandato divino de cuidar a los débiles y a los ancianos (Levítico 19:32), traicionando a su pueblo, negando el derecho a un futuro.
- El encuentro como comunión y esperanza en la comunidad
Jesús no actúa solo; sus discípulos están con él. Este pasaje nos muestra la importancia del encuentro y la comunión, incluso en medio de la adversidad. La comunidad es fuente de esperanza y fortaleza para resistir la opresión y construir un camino más justo y común.
Así como en el camino a Emaús, Jesús se revela en la comunión del pan. La comunidad es donde encontramos la presencia de Dios y la fuerza para transformar la realidad. (Lc 24.30-31). Para quienes compartimos esta fe: Siempre adelante está la cruz donde Dios se revela precisamente en el sufrimiento humano, en el clamor de quienes no tienen voz. Y en la cruz encontramos la certeza de que Jesús camina en medio nuestro, desde los mismos márgenes del Jerusalén de hace 2000 años.
Jesús llama a una unidad que trascienda diferencias y que se enfoque en la defensa de los que más sufren. Hoy más que nunca, los cristianos debemos estar unidos junto quienes luchan por un país donde no sobra nadie, para enfrentar las amenazas contra la vida y la dignidad de los más vulnerables.
Y cuando el estado se vuelve terrorista, la iglesia tiene que actuar con visión profética denunciando y anunciando el Evangelio. Como dijera Dietrich Bonhoeffer: “No basta con curar las heridas de quien pasa bajo la rueda de la injusticia, es necesario clavar una pala en la propia rueda”.
Aún más ante el hambre que aqueja, debemos buscar ser uno en todas las mesas y las asambleas, en las plazas y en los barrios. Responder con mirada ampliada a aquello de: «Que todos sean uno, Padre, como tú estás en mí y yo en ti.» La unidad que Cristo propone es nuestra fuerza frente a la injusticia. (Jn 17.21).
Para terminar.
El Evangelio de Lucas 6:1-5 nos muestra a Jesús defendiendo la vida y la dignidad frente a reglas que olvidan al ser humano. En la misma sintonía va la canción «La vida reclama» de Teresa Parodi, grito poético que usamos como bandera en estos encuentros donde denunciamos la injusticia y clamamos por un cambio profundo. Cuando Teresa canta sobre el hambre, el dolor y la necesidad de esperanza que se organiza, nos recuerda que la vida no puede esperar. Es un mensaje urgente basado en el llamado de Jesús a priorizar lo esencial: el pan, la justicia, la dignidad de todas las personas, el amor que no es de adorno.
Jesús confrontó con tradiciones que oprimían y nos inspiró a romper el silencio frente a estructuras corruptas que perpetúan el sufrimiento. Ambas voces, la del Evangelio y la del canto, coinciden en que la esperanza está en el pueblo que se organiza, en la comunidad que se une para reclamar lo que es justo.
Finalmente, en el evangelio que compartimos Jesús concluye diciendo: “El Hijo del Hombre es Señor del sábado.” Esto nos recuerda que Cristo es el fundamento de nuestra fe y nuestras acciones. Para los cristianos no es solo una obra humana, sino una respuesta de fe al amor que Dios nos ha mostrado en Cristo, asumiendo completamente la carne y el sufrimiento. En él encontramos la autoridad para luchar contra las estructuras que niegan la dignidad humana. Así como él defendió a los hambrientos y desafiaba las injusticias de su tiempo, también nos llama hoy a defender la vida, la dignidad y la esperanza en comunidad.
Que esto sea una verdad para cada uno, una, une, pero que fundamentalmente sea la esperanza en este tiempo de quienes más están sufriendo. Amén.